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La Ghiblificación de la cultura

Hemos dejado atrás nuestro pensamiento crítico y ahora somos una sociedad adicta a devorar, deglutir, acaparar, poseer y tirar todo lo que esté a nuestro alcance: música, imágenes, video, diseño, recursos gráficos, ideas, contenidos, libros, revistas, modelos de negocio, recursos intelectuales, etc; todo por nuestra adicción algorítmica al placer inmediato y el entretenimiento.

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Hace casi una década, un grupo de emprendedores muy jóvenes, le mostraron a Hayao Miyazaki cofundador, presidente y alma creativa de Studio Ghibli, sus logros en animación creada por inteligencia artificial. Los emprendedores provenientes de la compañía Dwango, mostraban en pantalla, un ser que emulaba un zombie que se arrastraba de forma peculiar mientras explicaban cómo esos gráficos, movimientos y comportamientos, eran generados por computadora y dirigidos por inteligencia artificial. Miyazaki con horror escuchaba atentamente la demostración.

Cuando los jóvenes terminaron su demostración. Miyazaki les expresó sus pensamientos al respecto. Los miró y les dijo:

“Bueno, cada mañana, veo a mi amigo que tiene una discapacidad. El podría caminar hacia mí pero es difícil para él hacerlo. Es tremendamente complejo para él inclusive levantar la mano y hacer un saludo. Ahora estoy pensando en él y no puedo decir que me gusta esto. No puedo observar este trabajo y encontrarlo interesante. Quien sea que creó esto, no tiene ni idea del dolor que implica. Es tremendamente molesto. Si realmente quieren hacer estas cosas espantosas, horribles, vamos háganlas. Pero no quiero saber nada de esto. Nunca desearía incorporar esta tecnología en mi trabajo. Creo firmemente que esto es un insulto para la vida en sí misma

Los emprendedores totalmente desconcertados, miraban a Miyazaki. Uno de los productores ejecutivos de Miyazaki, “Suzuki So” estaba también en la reunión. Y les preguntó a estos jóvenes. ¿Cuál era su objetivo? A lo que contestaron: “queremos construir una máquina que puede dibujar como los humanos lo hacen”. Suzuki So, los miró nuevamente y les preguntó ¿en serio podrían? A lo que respondieron con un contundente, sí.

Miyazaki con una mirada totalmente perdida, decepcionado y triste, reflexionó y comentó:

“Me temo que estamos cerca del fin de los tiempos.Y los humanos estamos perdiendo la fe en nosotros mismos”

Este evento tiene casi una década. Y se ha convertido en un punto de partida histórico. Uno en el que uno de los artistas más influyentes de nuestros tiempos, nos mostró el terror y repudio que sentía, al entender el potencial y el objetivo que buscaban con el desarrollo de la Inteligencia Artificial.

Desde entonces cada vez que Miyazaki tiene oportunidad. Ha dejado totalmente en claro que no le agrada la inteligencia artificial, y que desde la postura de su estudio, su objetivo es preservar el arte y la creatividad humana como lo conocemos. Miyazaki tiene un compromiso congruente con la animación tradicional dibujada a mano y un ecologismo arraigado en el que a menudo critica la industrialización y la arrogancia tecnológica.

Sin embargo, la estupidez humana no conoce límites.

Este es Sam Altman, el culpable de la Ghiblificación.

Hace unos días experimentamos por primera vez, el primer meme global producto de la Inteligencia Artificial. OpenAI lanzó su última actualización de generación de imágenes ChatGPT para sus usuarios pago, lo que permitía la creación de imágenes detalladas y fotorrealistas. Pero la gran pregunta en ese momento era ¿cómo puede un modelo producir contenido con un estilo artístico específico si no se le proporciona contenido que siga dicho estilo? Simplificado la pregunta ¿cómo puede ChatGPT producir imágenes tipo, Ghibli o similares si no consume primero todo su conjunto de obras de arte que Ghibli ha creado anteriormente?

Y la respuesta fue contundente: ¡no puede hacerlo! Toda Inteligencia Artificial necesita entrenamiento y compañías como OpenAI han tomado, robado, plagiado, replicado el trabajo de todos esos creadores, artistas, escritores, pensadores, diseñadores, animadores, etc; violando los derechos de autor de sus obras protegidas.

Por ejemplo, el New York Times ha llevado a OpenAI y a Microsoft a los tribunales, por usar sus trabajos publicados para entrenar modelos de IA sin permiso. También Universal Music tiene un caso de derechos de autor contra Anthropic. Por cierto en este último caso, Anthropic llegó a un acuerdo con Universal Music y otros editores de música por su uso de «barreras de protección» para evitar que su chatbot Claude genere letras de canciones protegidas por derechos de autor, resolviendo parte de una demanda que los editores.

Pero la nueva actualización de OpenAI también estuvo disponible para todos los usuarios gratuitos y fue cuando todo inició. Millones de seres humanos, sin el mínimo grado de consciencia y como meros devoradores culturales, solo se subieron al trend del momento para crear sus imágenes imitando el estilo Ghibli gracias a la función ChatGPT, llamada «Generación de Imágenes 4o”; y las presumieron en sus redes sociales solo para estar en la onda, para expresar socialmente que sabían de IA, cuando en el fondo, solo expresaron lo idiotas, imbéciles, estúpidos e incultos que son.

Ok…ok, ok; disculpen ustedes mis adjetivos calificativos y mi emocionalidad, pero créanlo que estoy siendo cuidadoso con mis palabras. Cada uno de esos humanos que ahora tienen su foto Ghibli, solo demostraron que no entendían nada del trabajo de Miyazaki y se comportaron como unos zombies culturales, que solo están cazando el meme en turno, solo para sentirse que son parte de algo, en medio de esa soledad compartida que el mundo digital nos ha metido.

Pero lo verdaderamente preocupante, es que una vez terminado el “hype” de ese meme Ghibli, esos mismos humanos se movieron al siguiente trend, en donde se podían hacer una versión de sí mismos pero como juguete. Y así brincarán de meme en meme, sin tener la mínima idea de qué están haciendo, por qué lo están haciendo, a quién se lo están haciendo hasta que un día, no quede nada, ni para ellos mismos.

Lo que experimentamos y observamos no es nuevo. Ese es el fenómeno cultura de nuestra cultura digital manifestada en memes que se riegan en redes sociales. Desde Edgar se cae, el Dios Eolo, la llegada del Gangnam Style, el ice bucket challenge, inclusive el Harlem Shake; todas han sido manifestaciones colectivas de una humanidad que “ama” el placer inmediato, la dopamina algorítmica y el entretenimiento y cuando todo eso se combinan, se crean los “memes” que se convierten en iconos de la cultura moderna.

Ghibli se convirtió en el primer meme cultural global en la era de la Inteligencia Artificial. El primer instante de adopción masiva de una herramienta de Inteligencia Artificial y no fue para hacernos mejores preguntas, o hacer más eficiente nuestro proceso creativo, o hacer mejor a la humanidad. Fue solo adición, placer y entretenimiento. A la gente no le importó lo que Ghibli ha venido luchando en toda su historia. No les interesó la lucha que han venido atravesando en todas estas décadas. Solo adicción al placer y entretenimiento instantáneo. Como una Maruchan cultural. Lo que pasó con Ghibli nos lleva a entender que hemos entrado a una nueva etapa de la maduración de nuestro Cultura Digital y que hemos titulado la Ghiblificación de la cultura.

La Ghiblificación de la cultura

La Ghiblificación de la cultura es un comportamiento social en donde los humanos ante la capacidad de tener a nuestro alcance lo que sea, desde música, imágenes, video, diseño, recursos gráficos, ideas, contenidos, libros, revistas, modelos de negocio, recursos intelectuales, etc; solo tomamos para devorar, deglutir y tirar una vez que se pasa el efecto instantáneo de placer y entretenimiento, potenciado por algoritmos e inteligencia artificial.

En ese comportamiento de usar, poseer, ser parte, tirar y moverte al siguiente trend o hype; los seres humanos que participan activamente en él, no entienden el origen, el contexto, la filosofía o la historia de eso que están devorando. Solo sirve para satisfacer una necesidad dopamínica adictiva de placer inmediato producido por la “soledad” compartida de las conexión digital. Los humanos solo queremos sentirnos “parte de algo” aunque ese algo sea solo un espejismo incomprensible. Con la llega de la IA, la Ghiblificación de la cultura solo se potenciará.

“Es un insulto a la vida misma” nos advertía Hayao Miyazaki. Porque lo que veía no era más que una disrupción a la ética humana en su capacidad creativa y una violación a la propiedad creativa e intelectual.

Para Goro Miyazaki de 58 años, hijo de Hayao Miyazaki y director general de Studio Ghibli, la inteligencia artificial corre el riesgo de quitarles el trabajo a los artistas de anime, pero también afirma que nada puede replicar a su padre Hayao Miyazaki. Menciona que no sería sorprendente que, dentro de dos años, hubiera una película hecha completamente con inteligencia artificial, pero otra cuestión es si el público querría ver una animación completamente generada por inteligencia artificial. También mencionó que hoy en día, el mundo está lleno de oportunidades para ver cualquier cosa, en cualquier momento y en cualquier lugar, lo que hace más difícil imaginar ganarse la vida con el acto físico de dibujar.

En Hipertextual entrevistaron a Alex Garland, novelista, guionista, productor de cine y director británico, responsable de obras como Civil War, Ex Machina, Devs o Aniquilación -además del guion de 28 días después-, es uno de los grandes nombres del Hollywood actual. Y al respecto del evento Ghibli mencionó:

«No lo pienso como algo bueno o malo. Lo pienso como lago que está viniendo. Es como estar en una playa y ver llegar un tsunami en siete minutos. La pregunta no es si viene el tsunami, sino qué vas a hacer al respecto. Honestamente, para mí, por la forma en la que veo estas cosas por mi política, en lo que pienso es en los trabajos de la gente. Pienso en la gente que va a perder su trabajo. Pienso en el estado teniendo menos dinero porque hay más gente sin empleo y menos gente que pague impuestos. Y cuál es el efecto que eso tiene en la sociedad. También diría que la gente que dirige las compañías tecnológicas nunca parecen pensar lo suficiente en lo que hacen. Así que depende de nosotros responder a ello de forma inteligente”.

Alex Garland

Las marcas y Ghibli

Desde CreativeBloq publicaron que McDonald’s México se sumó a la tendencia y creó sus propios memes al estilo Studio Ghibli y los compartió en redes sociales, recibiendo cientos de comentarios despectivos que acusan a la cadena de robar la propiedad intelectual de Studio Ghibli y de usar inteligencia artificial para crear arte. Pero McDonald’s Japón y Studio Ghibli ya han colaborado en el pasado, con la campaña temática de «Servicio de Entregas de Kiki”. Fue una colaboración inesperada con una grata dosis de nostalgia, que nos transporta a la soleada utopía del mágico mundo de Kiki. Esa campaña se convirtió en un nuevo clásico que rinde un homenaje a la animación clásica de la era Ghibli.

El futuro legal de la propiedad intelectual

¿Pero qué hay desde el mundo legal y protección de la propiedad intelectual? Según Evan Brown, abogado especializado en propiedad intelectual, un estilo artístico aún no puede estar protegido por la ley de derechos de autor. Sin embargo, el que OpenAI haya entrenado la función de generación de imágenes tipo Ghibli utilizando millones de fotogramas de las películas de Ghibli, complica la legalidad del modelo. Lo que hizo de forma totalmente deliberada la compañía de Sam Altman es apropiarse de la obra de un artista para fines corporativos y comerciales.

Y no es la primera ocasión que ocurre, la función de imágenes de IA del modelo Gemini Flash, lanzada por Google, permite a sus usuarios eliminar fácilmente las marcas de agua de las imágenes. Todo esto nos lleva a entender que la naturaleza sin fronteras del consumo y la imitación de los modelos de IA hace que la extracción de datos sea un problema global, en el que la legislación está rezagada respecto de la realidad que enfrentan los profesionales creativos y las tasas de progreso varían en los distintos países.

En Estados Unidos, los derechos de autor protegen cualquier creación humana. Si el contenido generado por IA se ha producido sin pruebas evidentes de una participación humana significativa, no existen derechos de autor. En ese país también se permite que un modelo de IA imite el trabajo de alguien, ya que los derechos de autor no protegen el estilo ni las técnicas artísticas. La línea de defensa común de los propietarios de modelos de IA, como OpenAI, es que entrenar a la IA en obras protegidas por derechos de autor constituye un uso justo, ya que se está creando un trabajo nuevo en lugar de copiarse.

La situación es similar en el Reino Unido, las empresas de IA pueden extraer información de obras protegidas por derechos de autor con fines de formación, a menos que los creadores se nieguen. Lo cierto es que la falta de sistemas estandarizados y accesibles de exclusión voluntaria crea barreras para los titulares de derechos y dificulta su aplicación, ya que muchos desarrolladores de IA y actores maliciosos utilizan los derechos de autor sin permiso. Esto actualmente deja poca o ninguna protección global para artistas, creadores, diseñadores, ilustradores y fotógrafos cuyo estilo y contenido es plagiado por la IA.

La Unión Europea adopta una línea similar a la del Reino Unido y los Estados Unidos y tiene un sistema de exclusión voluntaria para los titulares de derechos de autor, pero una vez más sus datos podrían ya haber sido devorados.

Sin embargo un país que está logrando avances importantes es Japón, donde un llamado «propósito de no disfrute» permite que los modelos de IA se entrenen con obras protegidas por derechos de autor, pero no recreen la obra o el estilo. Su artículo 34 establece límites que establecen que si las finanzas de un artista se ven afectadas o su reputación dañada, entonces se han infringido los derechos de autor.

Desde el punto de vista de Luiza Jarovsky, cofundadora de aitechprivacy.com e investigadora de doctorado, el efecto Ghibli también tiene implicaciones críticas para la privacidad ya que miles de personas subieron voluntariamente sus rostros y fotos personales a ChatGPT para recibir su transformación Ghibli.

De esta forma, OpenAI obtuvo acceso a una vasta colección de imágenes nuevas, potencialmente para el entrenamiento de modelos de IA. Estas subidas incluyen fotos inéditas: retratos familiares, momentos personales e instantáneas íntimas que quizá nunca hayan estado en línea. Esto le da a OpenAI acceso exclusivo a las imágenes originales, mientras que la competencia solo ve las versiones modificadas.

Cuando los usuarios suben sus fotos voluntariamente, están dando su consentimiento directo eludiendo el escrutinio legal más estricto de los datos extraídos. La política de privacidad de OpenAI también establece que los datos proporcionados por los usuarios pueden utilizarse para entrenamiento, a menos que estos se opongan a ello.

Lo que aprendimos de todo esto, es que la capacidad intencional de replicar la propiedad intelectual podría no ser un uso justo, ya que compite con el creador y el trabajo en el mercado. Necesitamos barreras de seguridad más sólidas para los creadores ya que el potencial de la IA para copiar sus datos de entrenamiento aumentan el riesgo de que los resultados sean sustancialmente similares a la propiedad intelectual original. Y eso, debe protegerse.

Nuevas opciones legales

Pero al mismo hay ejercicios interesantes en donde el creador está en el centro. Uno de esos proyectos es la plataforma llamada, Exactly.ai, que ofrece a los creadores la posibilidad de entrenar un modelo con su trabajo y usarlo de forma privada o hacerlo público para que los creadores reciban una remuneración adecuada cada vez que alguien crea algo en su estilo. Así es, reciben una remuneración.

En la plataforma creen que los ilustradores y artistas deben aprovechar el potencial de la IA, no ignorarlo y Exactly.ai es una plataforma y herramienta de IA ética para ilustradores y artistas que les ayuda a entrenar modelos de IA según sus propios términos. En ella pueden explorar, expandir y perfeccionar su práctica creativa, eliminar tareas repetitivas y que consumen mucho tiempo y desarrollar nuevas fuentes de ingresos.

A diferencia de otras plataformas de IA generativa, Exactly.ai protege los derechos de autor de cada creador. Todas las imágenes subidas a Exactly.ai, los modelos de IA creados con ellas y las imágenes producidas por estos pertenecen al creador de la imagen. Su misión es hacer que las hermosas ilustraciones personalizadas sean accesibles para todos y asegurarnos de que quienes las crean conserven sus derechos y sean recompensados adecuadamente.

Exactly.ai es una herramienta y plataforma impulsada por IA, diseñada para artistas y creativos visuales. Esta herramienta ayuda a identificar su lenguaje y estética visual únicos, y permite a los usuarios entrenar algoritmos de IA, preservando sus derechos de propiedad intelectual. Los usuarios pueden generar nuevas obras, animaciones, visiones creativas estratégicas e imágenes utilizando su lenguaje y estética visual. El propósito de la herramienta es mejorar la creatividad, no reemplazarla.

Ella es Hege Aaby, Fundadora y Design Strategist; y Matt Rice, Fundador y Director Creativo de la plataforma Exactly.ai:


Otra fantástica idea es la Certificación de uso justo llamada “Fairly Trained” . Una organización que supervisa y certifica el uso justo de datos de entrenamiento en IA Generativa. Entienden que los modelos de IA generativa se entrenan con el trabajo de creadores humanos. Así que su misión es garantizar que esos creadores reciban un trato justo. Compañías como Universal Music Group, la SAG-AFTRA o la AAP, apoyan y son parte de esa iniciativa que impulsa qué empresas adoptan un enfoque de capacitación más basado en el consentimiento y, por lo tanto, tratan a los creadores de manera más justa.

Los dueños de la tecnología y el nacimiento del neofascismo

Ustedes ya conocen mi postura como creador. Y también saben la posición que he expresado en otros artículos, en particular me preocupa el ascenso de la filosofía “tescrealista” en todas las esferas de poder. Pero nada me preocupa más que la postura de Sam Altman. Cada vez que leo y analizo sus movimientos como emprendedor y como persona solo confirmo lo mentiroso, oportunista, descarado, absolutamente cínico ser humano hijo de puta que se ha convertido o que siempre fue.

Hace unos meses Sam plagió la voz de Scarlett Johansson solo para llevarla sin su permiso a su nueva funcionalidad de voz de ChatGPT. Y ahora ha cambiado su perfil en la plataforma de redes sociales X por un retrato al estilo Ghibli.

Todas sus acciones son así. Abusa de todos los que pude y luego para limpiar sus relaciones públicas, su compañía OpenAI pide disculpas. En este último caso, la compañía compartió que adoptaría un enfoque conservador en la forma en que imita la estética de artistas individuales. Pero el daño ya estaba hecho. “Añadimos un bloqueo que se activa cuando un usuario intenta generar una imagen al estilo de un artista vivo”, publicó la compañía. Añadió en un comunicado que «permite estilos de estudio más amplios, que la gente ha utilizado para generar y compartir creaciones originales de fans verdaderamente encantadoras e inspiradoras”.

Para empresas como OpenAI, lideradas por personajes como Sam Altman y todos los clones de él, a pesar de que mantienen una campaña activa pro-creatividad, en realidad no les importa un carajo el trabajo de los artistas y creadores y mucho menos su sustento. Es un insulto. Es explotación pura. Es un robo de propiedad intelectual que ni siquiera se molestan en fingir que no lo es.

Hace unos en una entrevista para el podcast del YouTuber Varun Mayya, le preguntó a Sam Altman, sobre la declaración de Miyazaki, a lo que el artista de 39 años respondió:

“Creo que la democratización de la creación de contenido ha sido un gran triunfo para la sociedad. No ha sido un triunfo completo. Sin duda, tiene aspectos negativos, y sin duda, ha tenido un impacto positivo en el arte. Pero creo que, en general, ha sido un triunfo, y creo firmemente en el poder de la tecnología: brindar más herramientas a todos, facilitar las cosas, reducir las barreras de entrada, aumenta significativamente la cantidad de personas que pueden contribuir a la sociedad, y todos nos beneficiamos de ello. Eso no significa que [el arte generado por IA] no provoque la pérdida de algunos empleos, y que algunas personas que tenían una capacidad diferencial para hacer algo ahora tengan mucha más competencia”.

Como lo dije anteriormente, un mentiroso, oportunista, descarado, absolutamente cínico ser humano hijo de puta que se ha convertido o que siempre fue.

Martin Heidegger en su obra “El origen de la obra de arte” argumenta que el arte expresa un elemento de verdad de la experiencia humana del creador y de la cultura que la forma.
Plasmar esta verdad en una obra, en un audio, en una idea, fotografía, una pintura o cualquier medio para la expresión artística, genera comprensión colectiva, empatía y un sentido de comunidad, ya que responde inherentemente a preguntas existenciales como: ¿Qué significa ser humano? ¿Cuál es nuestro propósito? Por eso amamos esa conexión con el arte, porque nos permite explorar desde un estado crítico al status quo imperante. Es un contraste crítico necesario.

Cuando menciono que personas como Sam Altman o muchos de los líderes de tecnología que están explorando la IA, tienen un tinte “fascista”, es debido a la siguiente idea: el fascismo en sí no es una doctrina política, es una técnica para obtener poder. Utiliza mentiras sistémicas, jerarquizadas para deshumanizar y privar de derechos a las masas, empoderar a sus líderes y subordinar a chivos expiatorios marginados con el fin de justificar esta falsa jerarquía.

Es una articulada y sistemática manipulación descaradamente falsa, tan frágil que incluso una pequeña dosis de realidad puede romperla. Por eso cualquier sensación de pensamiento crítico es absolutamente incómodo para el fascismo.

Por ello, los fascistas atacan la realidad a toda costa. Para ellos, todo arte legítimo es una amenaza. Esa fue la razón por la que los nazis marginaron y se burlaron de lo que llamaban «arte degenerado”. Lo definieron como cualquier tipo de arte que no fuera puramente estético bajo sus criterios o que no promoviera de forma evidente la retórica nazi. Por eso destrozaron a la Bauhaus.

Esta destrucción sistemática del proceso artístico erosionó la comprensión fundamental del arte, y así, cuando se les presentó arte con integridad estética y que exponía una verdad profunda, no pudieron comprenderlo y se conformaron con llamarlo “degenerado”. Es así que el movimiento del “arte degenerado” les negó el acceso a las verdades fundamentales, las conexiones, la comprensión colectiva y la comunidad que el arte nos ofrece.

Miyazaki vivió todo ese proceso, experimentó la Segunda Guerra Mundial y estuvo en los últimos días del imperio fascista e imperial japonés. Fue testigo de cómo y por qué el atractivo del fascismo había arruinado Europa y de cómo todas las formas de arte se habían distorsionado para apoyar sus causas. Pero también entendió cómo el capitalismo moderno podría ser una pendiente directa hacia un neo-fascismo con efectos similares en el arte.

Si lo piensan a fondo, en sus películas Miyazaki nos plantea una crítica de los imperios, el fascismo, la guerra y el capitalismo moderno, intentando hacernos reflexionar y devolverle al arte su propósito existencial fundamental frente a la creciente ola de capitalismo moderno y neofascismo.

Es así que hasta ahora, el arte generado por IA deshumaniza inherentemente a los artistas. Ese así que el arte es el resultado del trabajo un humano que se expresa a través de él, pero las empresas de IA generativa llegan y tratan este resultado como simples “datos” con los que entrenar a sus modelos para que puedan replicarlo, simularlo, explotarlo, alterarlo, robarlo. No piden permiso al artista, ni lo compensan por ello. Por eso, todo el arte de IA es una fragante violación, ya que devalúa el proceso creativo.

El arte de IA, idéntico al movimiento nazi de «arte degenerado», está destruyendo la comprensión innata del arte. Pero ahora no hay soldados, solo hay “usuarios” hambrientos de hype y tendencia. Esos “usuarios” mediante el uso de IA desvirtúa la estética del arte para justificarla. Lo que le hizo OpenAI a Ghibli es simple: ahora mismo las imágenes generadas por IA con estilo Ghibli podrían superar la cantidad de imágenes reales que Studio Ghibli ha creado en toda su historia. Esto significaría que la mayoría de la gente conocerá y entenderá a Ghibli, ya no como lo que era (su filosofía, su fondo crítico, etc), sino solo como una estética atractiva momentánea generada por IA, lo cual es absolutamente injusto.

En síntesis: la IA generativa se está comportando como la herramienta perfecta para un neo-fascismo. Toma sin permiso el arte que expone una verdad profunda, lo procesa, lo convierte en datos y lo distorsiona para ocultarlo, degradarlo y, al hacerlo, protege su falsa pretensión de “poder” a expensas de la humanidad creadora. Funciona exactamente igual que el programa de «arte degenerado” fascista, pero con mucha mayor capacidad y algorítmicamente dirigido.

Los defensores de la IA, tanto en el ámbito empresarial como en el del consumidor, obviamente están cansados de estas críticas. Ellos argumentan que la IA democratizará el acceso al arte y están comprometidos, financiera o emocionalmente, con el éxito de esta tecnología y no quieren oír más ideas de los artistas y críticos elitistas. Solo quieren devorar sus obras y alimentar sus algoritmos con ellas.

El futuro del arte y la creación

La buena noticia, es que todo esto nos pone a pensar profundamente sobre el arte y la creación. Llegó la hora de tomar postura. Hasta hoy, estoy convencido de que el arte no debería estar impulsado por la efectividad, la productividad o la eficiencia; debería estar impulsado por la expresión y la capacidad sensorial de su creador o artista.

Yo mismo, al escribir cada guión de este podcast, cada artículo que publico en los medios, cada efecto de sonido o música que la acompaña, es mi expresión artística e intelectual manifestándose. Y decidí no usar Inteligencia Artificial en ese proceso, porque no quiero que exprese o piense algo que solo me toca a mí y a mi humanidad, expresar.

Obvio hay personas que no piensan y la IA pensará por ellos. Escribirá artículos por ellos. Posterará en redes sociales por ellos. Creará arte por ellos. Tomará decisiones por ellos.
Y un día nada quedará de ellos. Solo una IA que sin ella, no sabrán en qué pensar o quién ser.

También entiendo que los algoritmos y la Inteligencia Artificial serán tremendamente eficientes y productivas replicando, reproduciendo, imitando ciertos estilos artísticos pero nunca, jamás podrán crear a un Miyazaki, porque simplemente no sienten, no entienden, no experimentan la vida como los humanos la hacemos ya que no están vivas. Solo pueden imitar la vida, procesan la realidad a partir de los datos con resultados artificiales. Una IA jamás podrá entender por qué debería existir un Totoro, pero nosotros sí.

Decidí alzar mi voz como creador, porque puedo intentar entender lo que Hayao Miyazaki sintió al ver esta tendencia, este hype. Ver como toda su pasión, visión, perspectiva traducida en el trabajo de tu vida, se convertía solo en hype digital, un meme temporal, una tendencia pasajera para adictos algorítmicos. Presenciar cómo todo lo que le importaba, todo por lo que había trabajado y peleado en su vida, solo se convirtió en una moda, en un meme pasajero. Un entretenimiento barato de prompt y 4 segundos … para ser desechado inmediatamente después.

Un antiguo proverbio turco recita: “Cuando un payaso se muda a un palacio, no se convierte en sultán. El palacio se convierte en un circo”. Eso es lo que nos está pasando como sociedad. Nos hemos convertido en payasos. Y hemos convertido nuestros palacios en circos. Tuvimos en nuestras manos desde hace 30 años una tecnología brutal como Internet y ahora tenemos otra vez, una tecnología que nos desafía como humanidad: la IA.

Pero a pesar de todo ese potencial, todo ese poder informático, toda esa información y conocimiento al alcance de nuestros dedos y toda esa asistencia artificial; solo la hemos convertido en herramientas de placer y entretenimiento.

No nos engañemos, empresas como OpenAI no solo buscan tomar el alma de estudios como el Studio Ghibli. Están hiper-industrializando la fase de ideación, investigación, creación, ejecución y producción del proceso creativo. Están ayudándonos a «no pensar.” A no cuestionar. A no explorar. A no criticar. ¿Qué pasará entonces?

Lo que sucederá es que el valor se perderá en el paso de creación a una ejecución y producción eficiente que normalmente no requiere pensar, sentir, experimentar, procesar y transmitir por parte del creador. Ahora todo ese trabajo creativo lo automatizará una IA. Y ya sabemos el resultado: arte efímero, efectivo, eficiente y productivo. Pero vacío en concepto, seco en emoción, sintético, sin vida, artificial, sin humanidad, incapaz de sobrevivir en el tiempo.

¿Qué hacer entonces en este momento de Ghiblificación de la cultura?


Solo aquellos que pueden navegar entre la intersección entre tecnología, necesidades humanas y valor comercial, podrán potenciar su futuro personal y profesional. Los que logren entender con claridad qué es, qué resuelve, donde inicia, por qué y en dónde termina territorios como arte, diseño, performance y futuros, serán los que logren navegar esta disrupción.

Los sobrevivientes creativos aportarán algo más que lo básico en la feroz competencia de perfeccionamiento artificial barato, adictivo, inmediato, instantáneo. Pero cuando todos tengan gradualmente acceso a herramientas de IA idénticas que generan resultados idénticos, con las mismas preguntas; es entonces cuando esa excelencia será una nueva mediocridad hambrienta de diferenciación. Ahí es donde tu singular punto de vista tendrá la oportunidad más grande de todas.

Lo que estamos viviendo no es solo una evolución tecnológica. Es una fuerza disruptiva que transformará a toda la economía creativa desde el fondo de la naturaleza humana.

Ōmae Kenichi nos daba ya una adelanto de su visión de una «sociedad en forma de M”, que es un concepto que describe una sociedad con una estratificación socioeconómica que se asemeja a la letra “M”. La automatización traída por Inteligencia Artificial vaciará / reemplazará una parte importante de los trabajos de oficina y desplazará el valor económico hacia los innovadores conceptuales y los refinadores / curadores expertos.

Es decir, solo aquellos que sean capaces de crear ideas originales que agreguen valor a sus consumidores y potencien los modelos de negocio de las compañías, se destacarán o sobrevivirán. Y aquellos que principalmente implementan, copian, emulan o ejecutan las visiones de otros (especialmente con acciones rutinarias altamente repetitivas) enfrentarán una competencia de precios despiadada hasta la sustitución por un algoritmo.

En los siguientes años, nos debatiremos tratando de responder a la pregunta ¿dónde la creatividad humana aún mantiene valor económico en una era de contenido, ideas, procesos, productos generado de forma artificial?

Lo que está sucediendo es una erosión del valor en todos los niveles: desde el uso de contenido robado para entrenar a la IA hasta la generación de resultados que infringen los derechos de autor, la automatización de tareas creativas y, en última instancia, la degradación.

Entonces ¿cuál es el trabajo creativo en la era moderna?

Intento unir todos los puntos que he tocado en este podcast. Y recurro a un post de Elenee Ch publicado en Medium que me centró totalmente. Y también quiero conectar ese día en la playa con mis pequeños sobrinos, quiero sentir la esperanza de Scott Belsky para cuidar a los creadores. O el camino de Miyazaki para preservar el arte humano.

Y entonces puedo entender que el alma, la emoción, la intención, la interpretación, el amor, los sentidos; siguen y seguirán siendo humanos. La IA puede imitar, remezclar, regenerar, copiar pero no imaginar. No sentir. No experimentar dede la mente y el cuerpo que tenemos. La IA no logrará entender cómo las usamos para crear, no comprende cómo le damos nuestra intención, nuestro gusto, nuestra visión, nuestra esperanza, nuestra fe a ese acto creativo. Seguimos siendo nosotros quienes creemos y creamos. Las máquinas solo producen eficientemente.

Pero también es real que el acto creativo sigue siendo “un acto”, aunque las herramientas cambien. Quizás la conversación más profunda en torno a las herramientas de IA sea ¿cómo están cambiando nuestra noción del acto creativo?  Esa misma pregunta ya la había formulado hace dos décadas los fotógrafos, cuando el mundo digital llegó a crear disrupción.

En ese mundo, en el arte de la fotografía, se había asociado con un esfuerzo visible y tangible que le ocurre al resto de actividades artísticas como la pintura, la ilustración, el diseño gráfico, la arquitectura, la escultura o la música. Trabajo que se traducía en cientos de horas de inspiración, horas de bocetos, dominio de técnicas físicas y minucioso refinamiento a mano.

En el imaginario colectivo, el «arte real» solía equipararse al trabajo duro en un sentido físico o técnico (pensemos en un escultor cincelando mármol o en un pintor al óleo aplicando pinceladas sobre un lienzo). Los generadores de IA disrumpen esa noción, al hacer que todo ese trabajo arduo ahora sea extremadamente rápido y sencilla con un prompt de texto.

Esto me lleva a una pregunta adicional. Si una IA crea una obra de arte en segundos siguiendo una instrucción o prompt ¿hay realmente trabajo humano o creatividad involucrada?

Muchos en la comunidad creativa se resisten a la suposición de que una ejecución más rápida o menos manual significa «menos creativa» o «menos válida”. Solo que en lugar de trabajar con un pincel, lápices o píxel por píxel en una pantalla, ahora los artistas pueden invertir ese esfuerzo en mayor investigación, mayor ideación, iterar en la composición y curación de los resultados de la IA. Y es ese, un nuevo territorio del acto creativo.

Es entonces cuando nuestra idea mental sobre el trabajo creativo cambia. Y ahora es un nuevo territorio mental por explorar. Y también hay un nuevo proceso creativo que sistematiza la “palabra” como una herramienta para crear de forma intencional un objetivo mediante un prompt.

La creación basada en prompts es como dirigir un equipo creativo, o un dar órdenes para una sesión de fotos o administrar una orquesta. El arte no está en hacer clic en un botón después del texto, sino en lo que sucede antes, durante y después de ese clic. Está en todo el pensamiento que me llevó a ese antojo de explorar una idea, una hipótesis o una imagen que solo vivía en mi imaginación.

Requerirá entonces, para esos nuevos creativos artificiales, un entendimiento profundo del arte mismo, con el objetivo de expresar las palabras correctas para obtener resultados cercanos a su visión mental. Esto podría elevar el nivel de investigación de referencias, la práctica de ensayo y error con indicaciones que se convierten en prompts, refinamiento de ideas basado en limitaciones del modelo, y todo lo que nos traiga esta nuevo campo creativo.

En ese sentido la IA tiene el potencial de democratizar aún más la creación artística, permitiendo a cualquiera crear obras visualmente sofisticadas sin capacitación artística tradicional. Pero esa democratización tiene una cara adicional: empodera a los nuevos creadores, pero también difumina las fronteras entre artistas profesionales y aficionados , al reducirse la barrera de entrada. Pero eso no está mal, creo que la visión y el concepto siguen viniendo del ser humano; la IA solo acelera la renderización.

Al final el arte solo tiene valor, si el artista realmente se conectó con su obra para transmitir, para expresar, para comunicar esa emoción producto de su sensibilidad y capacidad de procesar la experiencia humana. Si ese artista usa un pincel o usa un teclado con mouse asistido por IA y aún así, es capaz de transmitir la misma emocionalidad ¿qué importa si es IA o no? El trabajo creativo simplemente está tomando nuevas formas, nuevas exploraciones, nuevas interfases para crear y consumir arte. Y yo estoy abierto a esa “aumentación creativa”.

Esta aumentación nos obligará a todos los creativos a reevaluar lo que significa «crear» algo. ¿Cómo definiremos y exploraremos ese nuevo territorio de artesanalidad mental o curaduría digital, que se dedican al arte asistido por IA? Nos tocará explorarlo, pero ahora con el aprendizaje de la Ghiblilización de la cultura, nuevos conceptos se meten en la lista de habilidades que necesitamos preservar: la ética y la humanidad. Si lo hacemos bien, entonces seremos testigos de una expansión en la definición misma del arte y la creación.

Ya estaba escrito en el Génesis. La creación no comienza con las manos o las herramientas, sino con la mente, la palabra, el nombre. Es interesante que esta exploración con IA, nos lleve a los orígenes de la creación y sea exactamente las palabras, el lenguaje … el inicio de todo.

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Nota especial:
Para este artículo decidí utilizar las imágenes de Marlen Stahlhuth para Unsplash+ debido a que me transportaron a un punto en donde la herramienta, manifestada en ese tejido de red, casi como una estructura; encapsula, captura y le da forma a ese ser humano que lo contiene, aludiendo a McLuhan y su “el medio es el mensaje”.

Jon Black
Jon Black
CEO de Blackbot. Egresado de las licenciaturas de Comunicación y Mercadotecnia. 20 años de experiencia como consultor en diseño estratégico, innovación y negocios. +15 años de experiencia impartiendo clases, sesiones, talleres, dentro y fuera del país alrededor de los temas: negocios, innovación, tecnología, creatividad y transformación digital.

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